La quinta temporada de Homeland ha saltado a la palestra por una polémica “externa” al show. La contratación de unos artistas de origen árabe para que decoraran el set de un campamento de refugiados en Líbano ha servido para que estos pintaran textos que protestaban contra la serie acusándola de racista. Esta esta acción, brillantemente llevada a cabo por sus autores, pone el debate en un tema que yo no me había planteado directamente: ¿Es Homeland una serie racista? La verdad es que es una serie que me encanta, y que sigo desde su primera temporada, he hecho las reviews en Todoseries hasta este año, y nunca me lo había planteado, quizá por el hecho de no estar tan sensibilizado con la materia como ocurre con la igualdad de género. Una vez planteada la pregunta, vamos a ver la respuesta.
Comunicación y propaganda:
Lo primero que hay que plantearse y que demuestra la noticia (algo que no ha sido evidenciado) es que en una serie que durante cinco años ha tratado el terrorismo islámico, nadie del equipo de producción (ni cámaras, dirección, guionistas, actores, producción…) ha podido entender los textos en árabe. Puede ser que no cayeran en ello, pero la realidad es que esto, al menos, indica que los narradores de la historia no están muy próximos a un mundo que retratan, lo que levanta suspicacias sobre su neutralidad.
Por otro lado, tenemos el tema polémico del valor propagandístico de las obras de ficción. Desde este punto de vista, el hecho de que los narradores estén alejados del mundo que retratan y que la serie se emita en un país con frentes de guerra relacionados con el integrismo levantan sospechas respecto a este particular. Si entendemos que las ficciones pueden condicionar la perspectiva del público sobre la realidad, el hecho de que Homeland explique la realidad geopolítica en términos islamofóbicos influye en perpetuar ese frentismo. Es decir, si lo es, y creemos en la propaganda, esto sería bastante importante y grave.
Para hablar de este asunto (sin querer decir tonterías) he utilizado este artículo de María Luengo Cruz, de la Universidad Carlos III, que hace una revisión de la lectura de la influencia de los medios en la opinión pública. En él propone que, más allá de las teorías sobre el uso de los medios (en su caso noticias), lo realmente relevante es el contexto sociocultural de receptor del mensaje, que es el que asimila el mensaje en su interpretación. En resumidas cuentas, el modelo que se plantea es que, a partir de la narración, el público establece su propia secuencia de los hechos (y valoración propia) que se basa en su propia lógica narrativa y que se integra en su propia “mitología” cultural. ¿Qué tiene esto que ver con Homeland?
Tres niveles de lectura de Homeland.
Homeland es una ficción televisiva que lleva 4 temporadas de 13 capítulos de una hora, lleva 52 horas (ya 54) de emisión, más o menos. Esto hace que el show tenga una complejidad y un nivel de registros de texto más que complicados. La serie toca distintas tramas a distintos niveles (quién no recuerda la familia Brody) de manera superpuesta y, en muchos casos, de manera lo bastante genérica y enigmática como para hacer una lectura unívoca. Homeland tiene, por lo menos, en lo que nos interesa, tres niveles diferentes de lectura:
El Terrorismo, el Islam y los Árabes:
El primer nivel y más evidente es que la CIA lucha contra terroristas de religión musulmana que en su mayoría son árabes (inicialmente), luego pasaron a ser paquistaníes y afganos y, ahora, no sabemos quién es el malo. Este relato es muy sencillo y directo: los señores más morenos quieren matar a inocentes (o no tanto) americanos. Ciertamente, en sus orígenes la serie contaba con un elemento más que interesante: un americano, blanco, marine y héroe de guerra, convertido al Islam que cree que el gobierno de Estados Unidos tiene una actitud tiránica y que, lo que haría un patriota, es atentar contra él. Esta primera apuesta es muy interesante, más aún debido a que Brody es un personaje que explica (pone ojos blancos) lo que ven muchos musulmanes de Oriente Medio o Afganistan de Estados Unidos: bombardeos indiscriminados y daños colaterales. En esta primera temporada podríamos decir que “el malo” eran tanto el Vicepresidente Walden (que ordenó muertes de inocentes a sabiendas) como Abu Nazir, quien convence a Brodi de realizar el atentado. Una ve superada esa temporada los “malos claros” (ya desarrollaremos la idea más adelante) han sido Abu Nazir, Majid Javadi (temporada 3) y Haqqani (temporada 4).
Más allá de esto, hay que señalar que la imagen de los musulmanes (quitando a Brodi y a Farah) ha ido de tópico en tópico, algo de lo que acusan los propios autores de los grafitis. Hay que decir que el público americano (Supongo que en general también, pero el americano es el que más conocemos), necesita acumular tópicos para identificar personas y lugares. Recordemos que en Mision Imposible II mezclaron todos los tópicos posibles de España en cerca de un minuto de metraje. Esto ya provocó molestias por aquí, así que imaginemos que en esa peli, además, una señora vestida de flamenca se dedicara a matar niños americanos… También es cierto que la serie ha intentado diferenciar musulmanes integristas (Haqqani) y no integristas (Aayan y sus amigos), pero la imagen dominante por tiempo y protagonismo no es esa. En fin, el caldo idóneo para que una persona proclive a pensar que “el Islam solo quiere matar americanos” vea ratificados todos sus temores.
Segundo nivel: el mundo es así.
Sin embargo Homeland tiene una lectura un poco más amplia. No en vano, es de las pocas veces que, como decíamos, ponía “ojos de americano” a los ataques indiscriminados estadounidenses. Si vamos a una lectura más amplia de todo lo que ha pasado en Homeland es que los terroristas son personas que, en la mayoría de los casos tiene motivos más que suficientes para estar cabreados. Abu Nazir pierde a su hijo en un bombardeo. A Haqqani le exterminan el clan de manera sistemática después de haberle utilizdo contra los rusos, y simplemente quiere que le dejen en paz.
Brodi se convierte al Islam y sabe que lo que hacen los Halcones del pentágono es injusto e intolerable: hasta el punto de que en un acto de patriotismo está dispuesto a morir para acabar con esa tiranía (video del final de la primera temporada). Es más, el propio Brodi es engañado por Abu Nazir, y luego, a su vez pierde la vida intentando poner un títere del pentágono en Teherán para redimirse. Dicho de otro modo, los terroristas no son necesariamente malos de naturaleza, pero los abusos y el fanatismo del mundo (bien sea de Nazir o del Vicepresidente Walden) hace que mucha gente tenga que exponer (y perder) su vida por conseguir un mundo más seguro. Es decir, la gente no es mala, pero el mundo les ha hecho así, y eso lleva a medidas extremas. Eso sí, a la hora de retratar escenas extremas está claro que la violencia con la que se retratan los atentados de Nazir (la bomba en el 1×12, el atentado de la segunda temporada, el asalto a la embajada de la cuarta temporada) es mucho más crudo extendido y violento que la muerte del hijo de Nazir (solo sale agonizando), la muerte “casi quirúrjica” de Nazir, el asesinato del Guardia de la Revolución Iraní o el ataque con drones a la boda de la cuarta temporada que solo se ve de lejos, el antes y el después… a penas el durante, lo que nos aleja de la perspectiva de las víctimas.
En resumen: este segundo nivel de narración retrata que nada está aislado de causas y consecuencias tremendas, pero el retrato y la explicación de los que hacen esas “barbaridades” por el lado americano (Saul con cara de pena) y las del lado “integrista” (Nazir pegando voces e insultando), no presenta la misma valoración moral de los hechos.
El tercer nivel: la instrumentalización de las personas.
Sin embargo, la parte que a mi me gusta más de Homeland es la que habla de cómo las causas mayores abusan de los seres humanos y les destroza la vida. Esta es la idea de la primera temporada y la que más persiste en los protagonistas de la serie. Brody es un señor al que unos burócratas del pentágono mandan a matar a gente, y vuelve queriendo matar a esos mismos (y morir en el intento). En estas condiciones, Carrie es una persona totalmente arrastrada por esta lucha a los límites de su enfermedad. Esta idea sigue muy presente en la tercera temporada (como Saul captura y droga a Brodi, para luego convencerle de que mate al ministro Iraní, y luego le deje morir) y llega a su cima en la cuarta temporada. En ese momento, no sólo es que el juego de espías entre EEUU y Pakistan acabe con la vida de una contable (Farah), de un estudiante (Aayan) y casi con la de Carrie… es que después de todo eso, Saul acuerda la inmunidad con Haqqani a cambio de las condiciones que le aupan a la dirección de la CIA (supuestamente). Lo interesante no es tanto las causas de lo que lleva a estas situaciones, sino lo dramático del coste vital de las personas implicadas en ella y de lo poco que le importa a los “jefes” (sean Saul, Nazir, o Dar Adal). En este caso hay que decir que esta instrumentalización y pérdida de valor de la vida humana (que es lo que les convierte en igual de malos) se reparte igual entre musulmanes y americanos.
Este es el clímax del final de la cuarta temporada, cuando Carrie decide no volver a hablar con Saul por esto mismo y que, para mi, recoge el espíritu de la serie (al menos en la idea más original). Sin embargo, hay que decir que fue un final muy mal valorado por la mayoría del público de la serie (por ejemplo, en el IMDB la valoración del capítulo baja a un 5,4 sobre 10, mientras que el resto de la temporada ronda el 8,5 de media). Es decir, el capítulo en el que Carrie encara que sus trabajo en la CIA no es tanto mantener la seguridad, sino que acaba convirtiéndose en un instrumento para el éxito profesional de Saul… el público se baja. Cuando vemos que la CIA es capaz de pactar con un asesino a cambio de posicionar a sus cuadros mejor, sin importar lo que ha hecho, el público considera el final de la serie malo.
Homeland: la selección natural del público.
Cuando alguien hace una serie tan compleja como acabamos de ver está buscando llegar a distintos perfiles de público: el público más de acción y espías (el primer nivel), el interesado en el thriller geopolítico (el segundo nivel) y el público más “humanista” que se siente atraído por esta tercera opción. El problema es que, a parte de que la complejidad y profundidad de desarrollar cada trama hace que la más visible (por simple cuestión de tiempo y obviedad) sea ese primer nivel, mientras que los otros dos requieren un interés y una valoración un poco más profunda y elaborada. A esto se suma el hecho de que muy posiblemente, la porción mayoritaria de público de la serie esté atraida por este aspecto que por los otros dos (hay más gente viendo cine de acción que cine de arte y ensayo). Es decir, más gente está viendo Homeland por la trama terrorista que por la trama política o existencial y, dentro de estos, muchos se sienten atraidos por un discurso simplista de “islam=terrorismo” “CIA=seguridad” y, muy posiblemente, la cadena y la producción lo saben. En ese sentido, Homeland si que cultiva para mucha gente un estereotipo racista y no hace mucho por eliminarlo. Posiblemente no sea lo que más haga lucirse a la serie (recordemos que las temporadas más premiadas y apreciadas, la primera y la cuarta, son las que tocan más la instrumentalización de la persona), pero si lo que de más relevancia.
Como si fuera un test de Rosarch, cada uno ve lo que quiere, y sabiéndolo o no, una de las cosas que enseñan a una parte del público son racistas y posiblemente les reafirme en su posición. Las otras dos partes no lo son (o no tan claramente o se trata más de decisiones de dirección que de historia), pero llegan, posiblemente a menos gente, y cuando la serie bascúla en ese eje el público mayoritario la penaliza. Eso si que deberían hacerselo mirar pero también puede ser que dependa más de la cadena que de la serie.