Siendo politólogo y fan de las series no es muy difícil llegar al punto de la GRAN PREGUNTA “¿Qué te parece House of Cards?”. Como la serie está muy de moda, es de Netflix, habla mal de los políticos y es resultona, la gente se espera un rotundo SIIIII, pero reciben un ominoso MEHHHHHH. Y es que no, no me gusta House of Cards, cosas que tiene uno, pero creo que lo puedo explicar, no me desacreditéis todavía.
Después de muchos años oyendo un tema recurrente de suplemento semanal o programa de radio, entiendo a los médicos cada vez que les preguntaban “¿Le gusta House?” En una muchos casos la respuesta era no, y para mi era dificil de entender sus críticas: es una ficción y, como diría el filósofo,
“una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa”
Porque en verdad House of Cards es el House de los politólogos y la gente que se dedica a la política. Se trata de una serie en la que es fácil reconocer algunas cosas, mirar con cara de poker otras muchas y soñar con otras tantas… En cualquier caso pura ficción.
- El protagonista es muy listo: Frank Underwood no es que sea listo, es que es más que listo. Va siempre dos temporadas por delante de nosotros. Su plan ideado en el primer capítulo de la primera temporada tiene todo atado y bien atado hasta el penúltimo capítulo de la segunda temporada. Todo lo que pasa está
relativamente previsto, con algún sobresalto, y tiene respuesta para casi todo. A veces instantánea, a veces a través de su malvado secuaz (qué jefe de gabinete, hay ministros en España deseando tener un tipo a sus órdenes tan expeditivo como Doug). Todo el mundo actúa de la manera que el prevé y se aparta cuando el piensa que se tiene que apartar.
- Los demás son muy tontos. No es que la gente no pueda ser tonta, es que la cantidad de tonotos ocupando el poder en Washington es preocupante. Es decir ¿el Presidente de los Estados Unidos en su mayor crisis política que le costará su cargo, habla unicamente con su Vicepresidente? ¿La Jefa de Gabinete del Presidente va a presentar su dimisión por cubrir a un advenedizo Vicepresidente al que le debe lealtad por conseguir que su hijo vaya a Harvard? ¿Puede dejarse engañar el dueño de la principal energética de Estados Unidos mezclando ser desleal a su amigo el Presidente cuando se enfurruña, pero siendo leal hasta la prisión cuando el Presidente está a punto de caer? Si es así, la alta empresa española tiene más mala leche que la estadounidense, y me cuesta creerlo.
- La chiripa más milagrera al servicio de la narrativa. Hay resoluciones que dependen de una potra similar a la de la escena de la nave espacial de La Vida de Brian. Porque, ¿Quién le iba a decir al diputado Underwood que Corey Stoltz iba a tener un amigo resentido ante el que se siente en deuda que hará que se sienta obligado a mantener los puestos del puerto? Por poner un ejemplo. ¿O que Zoe iba a tener acceso a la jefa del periódico que iba, literalmente a obligar al director a bregar con ella? Es decir, una cosa es tener claro lo que puede pasar, otra cosa es que todo pase exactamente como te hace falta en cada momento sin la más mínia intervención.
- El protagonista hace cosas absolutamente inexplicables. ¿Por qué mató a Corey Stoltz arriesgando toda su carrera? Ese tipo estaba totalmente destrozado, era un borracho desacreditado y nadie creería que su amigo Frank Underwood le montó una conspiración para que volviera a beber. En serio, el elector americano es susceptible estilo que te hagan una mamada en el despacho oval, no de que un tipo te haya mandado a ver a un cocainomano cuando tu te estás desintoxicando para que recáigas en la coca. ¿Se imaginan las portadas de El Mundo? Eso no lo publican ni de Monedero. Hasta ahí iba bien. A partir de esa decisión, sin venir a cuento, ya tiene (bueno tiene que matar a Zoe porque se sospecha que a lo mejor le mató aunque no tiene pruebas ni nada). Encima mantiene viva a la prostituta que, de todos es la única que puede asociarle a algo feo (y poco, porque, ¿quién no le ha mandado putas a un amigo alcohólico en su peor momento?)
- Lo que ves parece cierto, pero dista mucho de la realidad. El intercambio de votos, el filibusterismo, las negociaciones hasta última hora… todo eso te puede sonar en la política. Pero a la vez, que sea como en la
serie es un poco inquietante. Los lobbistas (al menos los de España) se parecen mucho más al Pequeño Nicolás que a Remi Danton. No son tipos atractivos ultramusculados de voz sexi, que cogen vuelos y que ofrecen cosas como votos. El tufillo lobbista (al menos lo que conozco del español), es más entre casposo (Nicolás) y sutil. Por ejemplo, una cosa que si que haría un lobbista español es abrirle una biblioteca a Frank Underwood. Una cosa que no haría es comprarle votos para otra ley. Eso es intrusismo. Eso si, mi favorita es el perfil de Frank Underwood: ¿como un tipo tan listo y sofisticado como él llega a ejercer el control de la disciplina de voto? En España esa actividad la llevan auténticos ninjas como Cascos, Martinez Pujalte o Caldera (por ejemplo). Es decir, mas de dar leches que de convencer amistosamente.
- Se trata de otra cultura política. Evidentemente, muchas de las cosas del punto cinco puede que no apliquen al mundo de la política americana, pero claro, es una cultura política diferente que no conozco tanto
. Esto se ve en algo tan increible como cuando dice lo de ser casi-presidente sin que le hayan votado. Eso en Estados Unidos puede estar mal visto, aquí tenemos a Susana Díaz, Ana Botella o Ignacio Gonzalez.
“
A un paso deEn la presidencia, y ni un solo voto emitido en mi nombre. La democracia está muy sobrevalorada”. - El papel de su mujer. Adoro a Robin Wright y como muher ambiciosa e implacable (después de ser La Princesa Prometida y amargar la vida a Forrest Gump), pero, creo que todas sus historias de la ONG, la jefa de la ONG (a la que puede chantajear porque tiene un lío, otra vez la potra) y demás, pillan muy de refilón. Juntamos dos cosas muy de la política americana que en europa como que no. La participación de la mujer de un cargo en la política y la relevancia que le da el electorado al papel de la mujer en su vida privada. ¿Se puede imaginar alguien un escándalo porque Sonsoles o Elvira hacen un despido improcedente o toman tranquilizantes por sus celos? Aquí lo de los
tuppers de Rajoy o las navidades austeras de Elvira son lo más a lo que hemos llegado.
- Los juicios sobre la sexualidad del protagonismo. No es casualidad que hayamos vivido dos capítulos, uno por temporada, en el que Frank Underwood hacía cosas que desaprobaría una parte muy importante de la sociedad amerciana. En la primera temporada declaraba que el amor de su vida era un compañero de colegio. En la segunda el “trichum” fue lo más WTF de la temporada y casi del año ¿de dónde salió eso? El caso, es que es una manera de trolear directamente el punto de vista del personaje, especialmente si tenemos en cuenta el interés en la vida íntima de los políticos en EEUU. Y esto nos lleva al último punto.
- Nos hacen parecer que es malo, pero ¿ES MALO? Es decir, Frank Underwood es un tipo que en dos años ha contribuido a mejorar el sistema de pensiones, desbloquear el sistema laboral, quitar el control de los oligopolios energéticos sobre el precio de la energía y reformar el sistema educativo estadounidense. EN DOS AÑOS ha hecho leyes que no se han podido hacer en Estados Unidos en los últimos 30 años por la incapacidad de encontrar acuerdos. Podemos decir que Frank Underwood se ha ganado el sueldo como posiblemente ningún político desde Roosevelt (el segundo, el del New Deal) lo ha hecho por allá. De hecho, la ruptura de la cuarta pared y su vida sexual están ahí para decirnos… en el fondo es malo, porque es ambicioso. Sin embargo, dado que uno no puede saber las motivaciones de una persona y que solo podemos juzgar a partir de los hechos, Underwood hace mucho por que su ambición le lleva a hacerlo para ascender políticamente. Esto es el principio de la Democracia Liberal: una persona con interés para alacanzar el poder tiene que convencer a personas con intereses particulares de que le elijan, de manera que todos ganan y se premia al que hace lo mejor para la comunidad más allá de la nobleza de sus motivos.
En mi opinión lo que hace el éxito de House of Cards es lo mismo que el de House. Todo el mundo quiere ser el más listo del barrio, conseguir lo que quiere, tener como pareja a Robin Wright (o equivalente), y poder hacer maldades porque le da la gana. Es como el diablo que te habla a la oreja, pero en molón. Sin embargo, a raíz de mi experiencia trabajando con políticos, hablando con otra gente que lo hace, o conociendo a gente que actualmente está en primera linea de la actualidad nacional, mi idea es que la política (al menos la española, y no tengo motivos para pensar distinto de otras), se parece mucho más a Veep que a House of Cards.
En resumen, es un folletín que puede ser divertido y el histrionismo de Kevin Spacey, pero, desde luego, no es una serie política, es un culebrón que se desarrolla con el McGuffin de la presidencia de Estados Unidos. Aún así, ya llevo dos temporadas y a lo mejor veo la tercera.