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Participación, política y liderazgo: The 100

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Lider carismática por accidente

Lider carismática por accidente

El siguiente post tiene unos cuantos spoilers de The 100 especialmente de su primera y segunda temporada (y alguna mención a la tercera). Si no la has visto, tenla en cuenta porque va más allá de una serie adolescente en la que se afrontan conflictos políticos de manera bastante interesante. 

Cuando empezó The 100, realmente no le presté demasiada atención. Una serie (otra más) de jóvenes guapetones correteando sin adultos en un mundo post-apocalíptico no entraba en mi agenda. Sin embargo, tras múltiples recomendaciones me decidí a darle un margen de confianza y no me arrepiento. Lo cierto es que la serie tiene buen pulso, buenos personajes y tramas bastante emocionantes y bien construidas (aunque este último año han tenido un problemilla de ritmo). La cuestión es que, siendo un heredero claro de un clásico de las fábulas políticas (El señor de las moscas), en el que se trata la bondad o maldad del hombre y la necesidad de un pacto social (lo que me esperaba), supera en unos pocos capítulos estos debates por otros más profundo: la comunidad política, la supervivencia en el conflicto y, para mi muy especialmente, el liderazgo político y la democracia.

Whatever the Hell  We Want.

El inicio de la serie parte de una premisa más que vista: en un mundo en el que los jóvenes (encima ex-presiodiarios) no tienen a quien obedecer ¿por qué seguir ningún tipo de reglas? Lo cierto es que este debate, que se resuelve más o menos rápido, plantea un enfoque interesante. Más allá de la necesidad de fijarse unas normas sobre la convivencia (el pacto social) considera que la inexistencia de las reglas políticas es un entorno ideal para la manipulación política y el predominio del más fuerte. De hecho, Bellamy, interesado en mantenerse alejado de las autoridades del Arca, es el que incita a sus compañeros a hacer lo que les da la gana, pero no por un sentimiento de libertad, sino por su propia expectativa.

La verdad es que, como era de esperar, esta tensión resuelve rápidamente los conflictos más o menos previsibles (homicidios, linchamientos) y las necesidades básicas (especialmente protección de los enemigos externos).

Una sociedad desestructurada, o sindios

Una sociedad desestructurada, o sindios

Lo hice para que ellos no lo hicieran.

Sin embargo, el tema transversal de The 100 es el liderazgo que recae en la figura de Clarke Griffin. La figura de Clarke como lider (lideresa que dirían algunas) se sustenta en los elementos que consolidan el liderazgo. Clarke, pese a ser llamada “Princesa” (lo que pone en relieve el enfoque sexista hacia las mujeres fuertes), la joven Clarke ha desarrollado el liderazgo a partir de los elementos fundamentales sobre los que  construirlo. Por un lado, por el racional, explicando sus decisiones sobre fundamentos racionales.  Los resultados son otro elemento importante, porque básicamente sus decisiones han ayudado a sobrevivir a muchos de sus acompañantes. Por último está el sacrificio, poniéndose ella misma en primera línea de acción lo que muestra la convicción de sus decisiones.

Clarke, en realidad se ha convertido por circunstancias de la vida en una líder en tiempos de guerra. La cuestión, y este es un tema abordado un poco en la primera temporada y mucho más en la segunda, es que su liderazgo se basa en tener que tomar decisiones que otros no tomarían.

El liderazgo y la decisión en la sociedad.

Clarke, igual que Dante, Lexa y otros líderes que hemos visto en la serie, marcan el camino a las sociedades en las que se mueven. El mundo postapocalíptico de The 100 se ve caracterizado por unas condiciones extremas que obligan a tomar decisiones  drásticas más o menos consensuadas por sus miembros. De hecho, la serie en su primera temporada y en la tercera, toca el tema de la participación ciudadana de manera no del todo positiva, (linchamientos, populismo barato, decisiones desacertadas) aunque si que justifica estas acciones por el oscurantismo de sus líderes.

Sin embargo, el mensaje de trasfondo no es tanto la bondad del liderazgo como la necesidad de tener una visión o proyecto de futuro (en este caso tan corto como la supervivencia) que permita articular a la sociedad. Esta posición es en la que se basan los sistemas políticos representativos modernos. ¿Es el mejor modelo?

Asamblearismo, democracia y populismo.

Realmente no hay una respuesta sencilla. Por un lado esto parte de la idea de que el conjunto social es capaz (y debe) decidir qué proyecto, pero como entidad colectiva no es capaz de generar una visión colectiva propia. Digamos que, si bien la decisión soberana corresponde al pueblo, el modelo ilustrado parte de la idea de que la definición de un proyecto de futuro no es tanto fruto de ideas colectivas como de individuos (líderes) o grupos (partidos) definidos. Según este enfoque, tal y como diría Ortega y Gasset, quien tiene que proponer el proyecto de futuro de la sociedad (la razón vital, que llamaba él). Siguiendo esta lógica, las sociedades pueden tener esa razón vital o no tenerla, pero en el segundo caso, estas se estancan y se degeneran. En el caso de The 100, la razón vital es literalmente vital, lo que permite apreciar este enfoque.

Este enfoque está muy vinculado al liberalismo, sobre todo porque ese liderazgo se acopla perfectamente con las ideas individualistas sobre las que se construye ese pensamiento filosófico. Y digo filosófico, porque una cosa es el liberalismo filosófico que se basa en la libertad del individuo y la reducción de sus límites a lo mínimo imprescindible, y otra es el liberalismo político que partiendo de la misma base. Evidentemente este enfoque se critica mucho desde los enfoques asamblearios y participativos que consideran que el conjunto de la sociedad puede tomar decisiones y fijar por si misma su modelo de convivencia si tiene la información y los medios oportunos.

La cuestión no es tanto la necesidad obvia de que una sociedad defina el curso de su propio destino, sino hasta que punto puede hacerlo sin contar con el liderazgo o la visión de parte sus miembros (de ahí el término partido). Ahí el equilibrio siempre es complicado, así que no queda más remedio que ir construyéndolo día a día tal y como hacen Clarke y sus compañeros de “descenso”.

 

 

Autor: craselrau

doctor en ciencias políticas, friki, cocinillas y bloguero. Analista web y colaborador en todoseries.