
Parte de los protagonistas de la serie, reponiéndose del susto. Fuente
El fin de The Good Wife trajo consigo un spin off basado en Diane Lockhart. La serie, titulada The Good Fight, recogió el testigo de la serie de abogados de Chicago con algunos cambios de peso. Lo más importante ya no es solo la pérdida de las tramas personales de Alicia Florrick (de por si polémicas los últimos años entre los fans), sino su salto al canal digital. Esto significa que la serie se permite llegar a algunos extremos que su serie madre no se permitiría nunca, como se puede apreciar con escuchar 3 minutos de diálogo. Lo más interesante de todo es, sin duda, como esta serie es un retrato político de la América que vive con la presidencia de Donald Trump, lo que marca completamente la ficción.
La noche que acabamos todos perplejos
The Good Fight comienza con una perpleja Diane Lockhart viendo la retransmisión de la jura del Presidente de los Estados Unidos. Esto, que fue posible porque se empezó a rodar prácticamente el mismo día, es solo una metáfora de todo lo que nos explica en el plano político y social.
En la esfera política, la serie retrata una sociedad de Chicago en estado de shock por la victoria del magnate. No es solo que nadie se esperaba que ganara, sino que todo el mundo actuó como si no pudiera ganar y ahora no sabe cómo reaccionar. ¿Qué hacer en un gobierno de una persona que, como mínimo, es impredecible? A lo largo de la serie encontramos como las empresas de todo tipo, especialmente aquellas que tienen un tamaño suficientemente grande como para ser fiscalizadas o contratadas por el gobierno federal, tratan de evitar la confrontación con el presidente. El mensaje no es tanto que Trump vaya a contratar o no a quién le toque las narices, es que nadie se atreve a tocar las narices a Trump porque no saben lo que puede acabar pasando.
Esto se extiende un poco más, difuminando los límites de la política. La preocupación ante un twit desagradable del presidente desde su cuenta personal, pesa enormemente a las posibilidades de subsistencia de cualquier empresa. El tuit del presidente es una especie de letra escarlata para quien le desagrade (o eso esperan muchos, que para el caso, es lo mismo).
Cuando te voltean los hechos y ni siquiera sabes lo que ha sucedido.
Sin embargo, no es un retrato político o meramente político. La serie presenta muchos de los motivos que pueden explicar lo que ocurre en la sociedad estadounidense en los últimos años.
En primer lugar, encontramos, en una trama lateral que muestra como las redes sociales han dado rienda suelta a la rabia y la polarización de las personas. Esto incluye el uso, muchas veces consciente, consentido e incentivado de noticias falsas con motivos de obtener más visitas. Por otro lado, el aspecto racial (que tanto ha dado que hablar de momento en la nueva Administración), la brutalidad policial y la ruptura electoral entre negros y blancos, son elementos que se tratan de manera muy habitual. De hecho, el nuevo bufete de Diane Lockahrt es un bufete afroamericano especializado en delitos de abusos policiales.
No obstante, no todo son palos para el punto conservador o genérico de la sociedad estadounidense. Los colectivos liberales que adoraban (supuestamente) a Hillary Clinton y que la auparon, salen también retratados inmersos en una perplejidad que no acaban de digerir. El retrato que hace de Diane como una persona que considera culminada su tarea con los avances sociales actuales es el de una persona incapaz de deshacerse de una vida de lujos no muy distinta de la que tienen los republicanos de primer orden. No se trata tanto de un tema de que tengan mucho dinero, sino de que Diane Lockhart y sus compañeros abogados, demócratas y liberales (en el sentido más americano de la palabra), parecen no percibir que lo que haya supuesto el gobierno de Obama no ha significado el fin de las desigualdades existentes en el país. Dicho de otro modo, el liberalismo más elegante y clásico, no tiene ni idea, ni representa, ni conoce a la gente a la que pretende integrar en la sociedad.
Lo más interesante de todo esto no es ya de por sí el relato de la serie, que, para mi, vale mucho la pena. Lo que resulta más importante, es que la planificación de la serie, de sus tramas y de su inspiración no pueden haberse hecho exclusivamente después de la victoria de Trump. Me temo que una parte muy importante de estos problemas, y fracturas ya estaban al aire y consolidadas antes de que se votara. La serie nos está dando la oportunidad de ver de más de cerca algunos aspectos que la figura del nuevo inquilino de la Casa Blanca eclipsa con su frenética actividad.