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Política para seriéfilos

Una de hackers, espías y fake news

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Sitio con muchas personas haciendo sock-puppets. Fuente.

Hay varios motivos por los que vamos a recordar 2017, pero entre ellas está el problema de los hackers y su presunta desestabilización en sistemas democráticos. Las elecciones en Estados Unidos (que ya empezaron a mostrar el problema en 2016), el Brexit (también de 2016 pero con sospechas de este año), las elecciones en Holanda, Alemania o Austria se han movido con recelo a la intervención de los temidos hackers rusos, que igual que los cosacos de antaño, siembran pavor por donde van. La guinda del pastel ha sido una supuesta incursión de los hackers rusos en el Procés.

La verdad es que, a parte del pánico que siembran, se han convertido en el chivo expiatorio de cualquier resultado electoral o comportamiento incómodo. Bueno, casi, porque con el referendum de la guerrilla de Colombia, ahí nadie buscó conspiraciones. Aquí no somos de meternos en estos temas, pero si de aclarar algunas cuestiones. Y es que, en el saco de los Hackers Rusos (que supongo que, como todo hacker, llevan sudadera y capucha), metemos todo lo que se acerca a un ordenador. Pero una cosa es conspirar y otra conspirar sin un mínimo de rigor técnico. Para explicar todo este asunto vamos a utilizar Homeland, que nos da de todo.

Hacker o no hacker, e aquí la cuestión.

Vayamos a lo primero. Un hacker, sin recurrir a los temas de wikipedia, es alguien que utiliza los sistemas  de manera generalmente no prevista para obtener resultados no esperados.

En términos informáticos nos metemos más en la harina de buscar huecos de seguridad (todo comportamiento no esperado es un fallo de seguridad en programación) y ver qué hacer con ello. Si lo usas para perfeccionar el sistema, eres un hacker bueno (el protagonista de Mr. Robot en su “trabajo real” al principio de la serie). Si lo haces para algún tipo de beneficio personal ilícito, como vender secretos industriales, eres de los malos.

Un hacker de los buenos de verdad con su capucha y a oscuras. Fuente

En Homeland lo podemos ver en la temporada 5, cuando unos hackers se hacen con una comunicación de la embajada de EEUU en Berlín por medios ilicitos. Dentro de esto hay hackers más técnicos (estos señores de Homeland), pero también los hay “sociales” (en Mr. Robot, parte de los hackeos de Elliot son de este tipo al buscar las aficiones de  alguien para caerle bien). En la vida real, los que suspuestamente se hicieron con las contraseñas para acceder a los correos de la Convención Demócrata en USA no tuvieron tanto que programar como hacerse pasar por otra persona para que le dieran la contraseña.

Es decir, que si alguien no vulnera o cambia el orden del sistema para hacer algo imprevisto no es un hacker. Sabemos que tiene glamour, pero oye, no todo puede ser en esta vida.

Gente que hace cosas que no son hacks, pero que metemos en el mismo saco.

Fake news.

El Presidente de EEUU ha popularizado esta expresión a lo loco. Podríamos decir que Fake News o noticias falsas son básicamente esos, comunicaciones que se dan por hechos reales buenos. Hay cosas fácilmente distinguibles, porque pasan por una noticia y las comunica un medio. La cuestión es que en el tema de los rusos tenemos como objetivo favorito Rusia Today.

Sin embargo hay, por lo menos, dos complicaciones con el tema. Primero, que no todas las noticias que pasan por falsas lo son tal cual, aunque lo parezcan. Usar titulares sesgados o que omiten información, teniendo en cuenta el tiempo que dedicamos a leer noticias, posiblemente no sea “oficialmente” fake news, pero tampoco es honesto.  En la temporada pasada de Homeland, un grupo de Extrema Derecha edita un vídeo del hijo de la presidenta para hacerle quedar como un cobarde y lo pone en uno de sus medios. Este es un ejemplo claro.

En los tiempos de periodismo ciudadano y de influencers,  es complicado saber hasta que punto es  una “fake new” algo no acuñado por medios. ¿Son o no son fake news? Diría que no, pero el efecto puede ser similar, dado que el consumo de noticias por redes sociales es tan alto que ya adelanta a los medios convencionales.

Publicidad “ilegal”

En las elecciones de EEUU tenemos el caso de que, aparentemente, hubo un gran gasto en publicidad pro-trump desde Rusia. Esto en la mayoría de países es ilegal. Lógicamente, que un país invierta en publicidad electoral en un país que no es el propio, es un intervencionismo por el morro, prohibido en la mayoría y no siempre respetado.

La cuestión aquí es la siguiente: cualquiera que pague anuncios en Facebook o Google sabe que su control sobre la publicidad es bastante estrecho. Si queréis, probad a anunciar algo con palabras con copyright en el nombre o una foto inapropiada y verás lo que te dicen en menos de 2 horas. Así que no permitir anuncios directamente políticos pagados por cuentas o id’s extranjeros no debería ser muy complicado (el control, ahí, recae en el banco y la acreditación de la identidad), y ya sabemos la facilidad de los bancos para controlar esto, ¿verdad?

Adicionalmente, esto nos lleva a plantearnos el delicado tema de lo que es y no es publicidad política. Si alguien de fuera de EEUU compra 10.000 dolares en anuncios que hablen sobre, por ejemplo, un libro que niega el cambio climático, postura de uno de los candidatos ¿no está haciendo publicidad electoral indirectamente?

Esto en España lo mira la Junta electoral. Antes, cuando los anuncios eran cosas de periódicos, todo era sencillo, pero pensad la cantidad de anuncios que hay en todas las plataformas digitales, se me antoja una tarea muy complicada.

Sock puppeting y trolls.

La verdad es que cuando los medios en España (incluidos políticos y algún “experto”) dicen hackers, quieren decir esto. El sock puppeting es básicamente crear perfiles falsos para llegar a una audiencia a la que no llegarías siendo quien eres y generar conversación. Es decir, si un señor que se llama Dimitri que vive en Vladivostock, crea una cuenta de Twitter que se llame Troy Maclure, de Michigan llegará a mucho público al que no llegaría con su perfil real. Si, además, genera otros 10 perfiles, y se dedica a intercambiar conversación y retuitear, Troy Maclure podría convertirse en alguien muy famoso.

¿Son hackers? Hombre, si pensamos que aprovechan las redes para hacer algo que no debían, pues sí. Pero si estiramos tanto el chicle, casi que tendríamos que catalogar Le llamaban La Madrina, Los Ladrones van a la Oficina o Los Tramposos, como tal, y mira, no lo creo.

Esto lo vimos en la pasada temporada de Homeland. El mismo equipo que editaba el vídeo del hijo de la presidenta tenía un equipo de gente bastante grande con perfiles falsos difundiendo noticias falsas y creando opiniones muy apasionadas contra ella. De nuevo, esto no es más ilegal que el perfil de Norcoreano, o cualquier estrella tuitera. Esto contrastaba con un joven que, al inicio de temporada tenía posiciones muy activas y anti-estadounidense en redes sociales, pero que era una persona real. ¿Cómo podríamos distinguirlos?

Contenidos, placer y responsabilidad

Pero nada de esto sería tan importante si no estuvieramos nosotros en la parte de la ecuación. Si bien en el tema hackeo no somos una parte tan activa, en el mundo fake news y del sock pupetting somos un elemento fundamental e inconsciente. Las principales redes sociales, básicamente Facebook y Twitter (dejemos Google Plus fuera, porque aún no ha triunfado), así como Google se han cimentado sobre la base de darnos lo que nos gusta. Si se muestra más contenido que nos gusta y eliminan el que no nos gusta, leemos e interactuamos más que cuando lo recibimos información sin este filtro. Muy posiblemente haya algún mecanismo emocional que gratifique enormemente ver que otros reafirman nuestras creencias, y que provoca repulsa hacia los que no.

Este es el “acelerador” de esta comunicación. Evidentemente estas redes pueden actuar más o menos directamente con aspectos que afecten a sus reglas que no son el núcleo del negocio. Es decir, podría decir “voy a controlar las noticias falsas”, lo que podría ser viable si fueran falsas del todo, pero no sé si colaría con las que descontextualizan datos, que es la base de la materia. Por otro lado, podría decir, controlo los anuncios que toquen ciertas materias, aunque delimitar que afecta a una materia es complicado. Pero ¿Arriesgarse a perder visitas y engagement con un contenido no dirigido? No lo creo. Tampoco creo que gustara mucho, ya nos hemos acostumbrado.

Son las pasiones lo que nos da decisiones.

Sin embargo, la parte de los perfiles “falsos” es, en mi opinión, la que funciona más. En este carnaval digital que han sido las semanas del procés, tanto amigos de favorables a la independencia como contrarios a ella, no han retuiteado tanto “falsas noticias” como argumentos vinculados a la causa. Es decir, las noticias falsas pueden dar fundamento, pero lo que da implicación son los aspectos emotivos que generan identificación.

Controlar estos perfiles es, en mi opinión, imposible en determinadas circunstancias. Si quien quiere usarlos tiene una limitación de recursos y tiempo, puede que opte por una automatización que, como cualquier mecánica, acaba generando pautas detectables. Pero ¿Qué pasa si son personas reales que están haciendo lo que harían otras personas reales? ¿Cómo los puedes distinguir? En resumidas cuentas, si alguien tiene suficiente ganas, tiempo y dinero para pagar a suficientes personas para que hagan esto, dudo mucho que lo puedan evitar. La limitación era la rentabilidad, pero con un sistema que “gratis” posiciona ese contenido más o menos incenciario ante el público que más se identifica con él, ¿para qué necesitamos más?

Así que, sintiéndolo mucho, debo decir que, en caso de que esto exista y se haga (si no es demostrable para los servicios secretos, imaginaros para mi), la última línea de defensa es nuestro entendimiento y dejar de lado el gustillo que da “que nos den la razón” y pensar más en si tiene sentido lo que leemos.

Ni más ni menos que la seguridad de la democracia en nuestras manos. ¿Quién lo iba a decir?

 

 

Autor: craselrau

doctor en ciencias políticas, friki, cocinillas y bloguero. Analista web y colaborador en todoseries.